EL MILAGRO DE CALANDA

 

Miguel Pellicer Blasco era un chaval de Teruel que pasaba más hambre que un perro callejero y se piró a currar a la era de un tío suyo en Castellón. Como era un poco pupas, le pasó un carro por encima de la pierna derecha y se le quedó para el arrastre. Aún se la intentaron apañar en Zaragoza, que siempre ha tenido fama de buenos médicos, pero no hubo manera. Se la amputaron por debajo de la rodilla y le enroscaron una de madera. Durante un tiempo vivió de pedir limosna en la puerta de la Basílica del Pilar hasta que se volvió de nuevo al pueblo para seguir viviendo de limosnas y de recoger estiércol. Una noche como otras, se desenroscó la pata de palo, se durmió, su madre entró un momentico a la habitación no se sabe a qué y vio que de la cama asomaban dos pies en lugar de uno. A Francisco le había crecido de nuevo y por mediación de la Virgen del Pilar el mismo cacho de pierna que le había sido amputado. 

El supuesto milagro de Calanda es recientísimo, unos quinientos años. Fechas, nombres, obispos, cirujanos, reyes... Pero este milagro lo desmonto yo en tres minutos. 

Miguel tenía siete hermanos, también está documentado. Al único que mandaron a un curro de mierda lejos de casa fue a él, deduzco que muy apañado y productivo no era. Y les vuelve igual de tonto pero con una pierna menos. No podían mandarlo a cascarla porque había practicado la mendicidad en la puerta del Pilar y tenía un cierto estatus de muerto de hambre entre la gente de bien, la que reza. Como el hambre agudiza el ingenio, a la familia se le ocurrió un plan brillante: nos llevamos a Miguel al campo, hacemos un Cain y Abel, que si está en la biblia no puede ser tan malo, y lo enterramos. Luego el Jose (hermano de nombre ficticio) baja de la litera y se mete en su cama, que son como dos gotas de agua. Al rato que entre mamá y salga gritando ¡¡¡milagro, milagro!!! Los demás hacemos como que lloramos, claro. 

No sincronizaron los relojes porque no tenían, igualmente les salió de putamadre.