Mi solidaridad con Tippi Hedren

 

Cuando ayer me despertó una sensación de extraña presencia y abrí los ojos al peso liviano de allegado muerto que espera sentado a los pies de la cama servir de guía en la ultratumba, encontré la mirada sanguinaria de mi asesina. La misma que la tarde anterior instigaba una reyerta cuerpo a cuerpo muy cerca de mi casa. Me interpuse, evité la cruz de navajas. Pero ahora ella estaba sobre mí y clamaba venganza.

Descubrirnos desató una lucha encarnizada por la supervivencia sin espacio para rehenes. El recuerdo de zureos graves, silbidos y golpes atroces contra paredes y ventanas me persigue a cada instante, desobedece toda súplica de olvido.