Día Friki del Libro.


No tengo reloj de pulsera. Llevar el tiempo anudado en la muñeca siempre me ha parecido el equivalente al collar de un perro. Te lo puedes quitar en casa, te lo puedes quitar en el campo, pero mucho cuidado con pasearte sin él por la cotidianidad conciudadana, si no quieres asomarte al abismo de la exclusión social. Yo evito la cama de cartones y el vino en tetrabrik echando de vez en cuando un ojo a la hora del móvil. Las desheredadas también tenemos nuestras contradicciones. Bien, pues como si no fuera ya bastante complicado sincronizar mis momentos con el resto de la humanidad, esta, sin un mínimo de consideración hacia mi esfuerzo, ni tan siquiera preguntar, va y me cambia de sitio los días mundiales de las cosas. Resulta que hoy, veintitres de julio del año coronavirus, es el Día del Libro. Flipa.

Afortunadamente, los disgustos se me pasan pronto; como no sé con exactitud cuando acabará el día, prefiero aprovecharlo para no quedarme a medias e ir al grano: querida carmelita Lucía, imagino que a estas alturas de la vida ya estarás retozando con tu amado por las nubes y recuperando el tiempo perdido, así que te importará un pimiento lo que vaya a decirte. Aun con todo, me gustaría darte las gracias por haberme enseñado a reconocer las letras y después las palabras. Sé que no fue sencillo, sigo despistándome con la misma facilidad, o más. Y ahora, tápate las cuencas donde antaño tuviste ojos. Se aprende a leer cuando un torbellino de significados te arrastra desnuda hasta el fondo, olvidando el vestido y las maneras en la superficie de las formas, y encontrar esas aguas es una parte muy importante del proceso. Te hubiese escuchado con más atención si me hubieras revelado el misterio de los signos. Mi sincero y sentido homenaje hoy a la publicación que me enseñó a bucear El Caso. 

Una monja y El Caso, qué cosas. 

De aquellos barros...


Reyes y reinas


No soy una erúdita en temas regios salvo en lo que a príncipes sapo se refiere, así que mi percepción sobre la monarquía, basada en una cultura obligatoria de aula tradicional, más genérica que general, y un puñadito de libros y películas, ya por capricho, se sustenta en una definición escueta y una clasificación binaria, a saber.

Los reyes y reinas, sobre todo los reyes, son personas que únicamente responden ante Dios, creador, dueño y señor de lo visible y lo invisible, ejerciendo como sus testaferros y administradores a lo largo de toda la vida, pudiendo disponer de estos bienes según su criterio, incluido el uso y disfrute personal en régimen de barra libre. Los cargos de rey y reina son hereditarios y existen dos tipologías, atendiendo a su relación con los súbditos:
  • Reyes condescendientes que lanzan monedillas a sus bufones para que les bailen el agua, y ponen el vino en la fiesta de la cosecha que celebran sus campesinos después de sembrar y recolectar los frutos de sus tierras, las de Dios, pero para el caso.
  • Reyes dueños del convento, que para lo que les queda se cagan dentro, habitualmente afables, que tutean y saludan al populacho con una mano, mientras con la otra le roban la cartera cuando va a pagarles el alquiler.
Quizá sea producto de mi lógica y previsible ignorancia de súbdita, pero tengo la sensación de que los reyes solo saben hacer cosas lógicas y previsibles de reyes, y creo que la mejor forma de tratar con ellos es dándoles patarile.






Margaritas


Cuando la situación es tensa y aparecen los nervios, o haces o te deshaces. Quedarte quieta es imposible si no eres yogui y te anudas a ti misma mientras el mundo se derrumba. Lo descubrí hace años, cuando mi hermana pequeña me mordió la nariz como un perro de presa porque escuchó el timbre y creyó que Papá Noel le pillaría despierta. Estaba en mis brazos y mi nariz era la salida más cercana al tsunami de miedo que le iba a ahogar. Aumentan de nuevo los casos de Covid-19. Aun sabiéndose que podía pasar, está pasando. Bastaba con trasladar un tiempo el encierro entre cuatro paredes a una de esas enormes pelotas transparentes, y rodar. Si una, a veces, es mucho, dos quizá sea demasiado, pero ya lo tenemos encima y habrá que buscar salidas que no impliquen ir por la vida arrancando trozos de carne. Empiezo un nuevo guion de cortometraje, sin abandonar el largo. Mi reto extrapolable es compatibilizar universos por construir. Esa es mi vía, la que se puede contar, al menos. Soy así de civilizada.




XII Jornadas profesionales "Guionistas Y Mercado Audiovisual"



Tendemos a creer que diosito Google vomita toda la información que necesitamos con solo menearlo un poco, pero no es así; cuando la oferta es excesiva, los demandantes manejan sus datos de forma muy restringida. Por eso estas jornadas, organizadas por Abcguionistas en colaboración con el Instituto del Cine de Madrid y moderadas por Valentín Fernandez Tubau, han sido extraordinarias.

Productores/as, abogados, guionistas, showrunners, analistas de proyectos, directores/as, dramaturgas, asesores/as de guion, se han explayado a lo largo de casi veinte horas de ponencias sobre la situación actual del mercado, tendencias, formatos, aspectos legales y económicos, mercado versus pandemia, y dónde, cómo, cuándo y qué hacer con nuestros proyectos. Eso sí, las ganas, el talento y el trabajo los tienes que poner tú. Solo faltaron cervezas y abrazos, maldito Covid.

No olvidéis la mascarilla y el lavado de manos.

Se puede acceder a las jornadas en diferido AQUÍ. Lo valen, doy fe.






Prioridades



Desastres apocalipticos, distopías, espíritus, híbridos, seres infernales, antropomorfismo, poderes mágicos, Doppelgänger, muertos vivientes... estoy tan convencida de que la Iglesia es la precursora del género Fantástico y la Ciencia-Ficción, que me atrevería a defenderlo en una tesis con acento maño. Pero centrémonos en lo importante:


Era A.C.



Las señales acústicas de los servicios de emergencias me desconciertan. Antaño, en la era A.C. (Antes del Coronavirus), cuando escuchaba una sirena sabía que algo grave había ocurrido o estaba a punto de suceder, normalmente lo primero, no nos engañemos, que después de la guerra todos son generales. Pero ahora desconozco si el problema es que están reventando a alguien, tomando vermut en la azotea, quemándose una casa, comprando de tres en tres, allanando una morada, sufriendo un atentado, homenajeando o felicitando un cumpleaños. Si usáis el método Pavlov para que masque la tragedia a golpe de sirena, por favor, no me cambiéis los códigos de un día para otro, pues me debato entre aplaudir, ponerme a salvo o merendar a la sombra de un estrés postraumático. Además, duermo muy mal porque no siento velados mis sueños. Que estáis los custodios del sistema muy anarquistas y mucho anarquistas. Malditos personajes secundarios rebelándose.


¿Soy yo, o está la cosa muy loca?



Hasta ahora, la humanidad parecía seguir la escaleta integral con exasperante meticulosidad, conduciendo la trama hacia un previsible, desastroso y apocalíptico final. Pero, últimamente, tengo la sensación, y estoy bastante fascinada con la idea, de que algunos personajes se están rebelando a las estructuras. A partir de ahí, cualquier cosa puede ocurrir, no solo lo improbable, también lo imposible. La verosimilitud ya no es condición necesaria. 

Tengo faenas empezadas y un poco de TDAH, así que cedo la idea: los personajes secundarios del guion de una superproducción gringa se rebelan contra la escaleta que los asfixia en vidas estereotipadas y deciden construir su propio destino. El protagonista, machirulo poderoso y Dios del cliché que representa al guionista, ya lo siento, trata de impedirlo. Los secundarios no dudan en aliarse y cruzar la cuarta pared buscando ayuda para lograr su objetivo.

Fluyamos, hermanas.


Confinamiento



Me reconfortaría verter lentamente y sin dolo un bote de cinco litros de pintura plástica amarillo cadmio por la ventana, empapar al señor gigante que espera debajo y echa a andar por mitad de la calle, ausente de la existencia como un fantasma corpóreo, dejando a su paso un reguero de bilis en la monocromía del silencio. Voy a depilarme las cejas, antes de que me cubran los ojos y le explique a un policía que soy una Schnauzer mediana paseándose a sí misma.

 


Pachamama



Iba a escribir sobre lo tontacas que me parecen las teorías de venganza de la Pacha Mama, sobre el murciélago que hinca el diente en un sistema dinámico complejo, determinista, lineal y previsible como nuestro reflejo, y desata las trayectorias de un péndulo que sólo el orden del caos comprende, sobre lo fascinante que en el fondo me resulta este brutal choque de sistemas, sobre la inquietud que me produce la posibilidad de que seamos tan soberbios como para creer que podemos preveer el futuro vigilando cada aleteo de cada mariposa, pero hay dos pajarracos gordos y negros comiéndose a otro más pequeño encima de la antena, y no me lo quiero perder.



Covid-19


Calvo, sin nariz y un poco triste, así lo imagino.

(Más o menos)



Cuento de la princesa Flores Negras



Enterrada en un ataúd tamaño niño y tonos tierra, porque es menuda y discreta, además de princesa.
 
Como allí no cabe la muerte, ni aire que la desgaste, aprieta las horas, el pelo, las uñas, el miedo, y suelta el rastrillo de las pestañas, rasgando la tapa por donde escapa, llenando el hueco con su forma abandonada dentro del vestido. En ese instante desnudo, se hace música.

Proxemia



Esta obediencia ciega, aunque necesaria, marchita a pasos de gigante mi alma de punki. Y domingo. Y tormenta. Me encuentro a dos ratas correteando por la calle de tirarme en el diván con un pañuelo de encaje en la frente. Adiós, voy a pintarme sombra azul y mirar al infinito.