Cuando ayer me despertó una sensación de extraña presencia y abrí los ojos al peso liviano de allegado muerto que espera sentado a los pies de la cama servir de guía en la ultratumba, encontré la mirada sanguinaria de mi asesina. La misma que la tarde anterior instigaba una reyerta cuerpo a cuerpo muy cerca de mi casa. Me interpuse, evité la cruz de navajas. Pero ahora ella estaba sobre mí y clamaba venganza.
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